Friday 28 June 2013

Con fianza y sin fianza

¿Quién influencia a la Comisión Europea y al presidente de la UE?

Vicenç Navarro
Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas Universidad Pompeu Fabra
http://blogs.publico.es/dominiopublico/7128/7128/
Tengo que admitir que no soy adepto de la escuela historiográfica que explica lo que ocurre en el mundo como resultado de conspiraciones. Me encuentro más cómodo con aquellas teorías que ven lo que ocurre en nuestro entorno como resultado de conflictos de intereses que se expresan a través de instituciones, cada una con su propia lógica, y dentro de estos conflictos, el existente entre los intereses del capital versus los del mundo del trabajo son de especial importancia para explicar la situación de crisis actual. Habiendo dicho esto, no quiero negar la existencia de conspiraciones o cuasi conspiraciones en el desarrollo de esos conflictos. Y una de ellas es la relación privilegiada que intereses empresariales muy potentes en Europa tienen, en condiciones casi de clandestinidad, con el equipo dirigente de la Comisión Europea y muy en particular con el Presidente del Consejo Europeo Van Rompuy.
La revista más conocida del mundo intelectual progresista en EEUU, CounterPunch, acaba de publicar el artículo “Wrecking the Welfare State in Secret” June 25, 2013, que explica las reuniones periódicas que este Presidente tiene con dirigentes de las mayores empresas europeas -hasta un total de cincuenta- en el club más exclusivo existente en Bruselas -en una mansión por entonces propiedad del banquero François Empain (que había ayudado al rey Leopoldo II a saquear el Congo Belga). En estas reuniones se habla con gran franqueza pues se supone que son off the record, sin prensa en las salas.
Según el artículo del autor David Cronin (autor también de un trabajo que será publicado pronto por Pluto Press sobre la influencia de las mayores empresas en el mundo) y que dice tener información verídica de lo que ocurre en esas reuniones en Bruselas, los empresarios han acentuado en estas reuniones la necesidad de que la UE establezca las bases para conseguir una mayor competitividad, incluyendo entre las más importantes la eliminación del estado del bienestar existente hoy en la mayoría de países de la Unión Europea, la reducción de las pensiones públicas y su privatización, y la desaparición de los servicios públicos como sanidad y educación y su sustitución por servicios privados. Estas reuniones, patrocinadas por la European Round Table of Industrialists (ERT), no tienen actas y no se publica ninguna información bajo su auspicio. Un tema que ha dado mucho que hablar en dichas reuniones es la “reforma de las pensiones”, que está creando gran frustración a la ERT, pues ven muy claro qué es lo que debería hacerse (es decir, su desaparición) pero se quejan de que los políticos no tienen agallas y no se atreven a tomar las decisiones que deberían tomarse. David Cronin también señala que los grandes empresarios no tienen mucha confianza tampoco en cambios en la educación (lo que llaman capital humano), a no ser que se pusiera directamente bajo su mando.
Todas estas propuestas, hechas repetidamente al Presidente de la UE, de desmantelar el estado del bienestar (incluidas las pensiones públicas), se hacen bajo el argumento de que hay que aumentar la competitividad de las grandes empresas europeas, lo cual entra en clara contradicción con su insistencia al Presidente y a la Comisión de que deberían relajarse las reglas que impiden la aparición de monopolios en la UE, y que garantizan la competitividad entre empresas. El entendimiento de lo que es “competitividad” está claramente sesgado en estas reuniones.

Que el Presidente de la UE se reúna con los dirigentes de las mayores empresas europeas no tiene nada criticable. Lo que sí es criticable es que una autoridad pública se reúna en condiciones opacas, sin ninguna transparencia y sin ninguna nota o acta que describa el contenido de esas reuniones. Esto es lo que debería considerarse inaceptable. Tiene todas las características de una conspiración que adquiere un nivel altamente alarmante cuando -según testigos de la reunión- el Presidente de la UE, receptor de esas propuestas, concluyó que él personalmente estaba “bastante de acuerdo con sus recomendaciones”, observación que tampoco se ha hecho pública. Mírese como se mire, esto es una conspiración, a la cual deben añadirse, como sujetos de denuncia, los mayores medios de información que no han informado sobre ello.

De ser cierto, de confirmarse la noticia, este poli-EU-ejecutivo debe dimitir ipso facto, irrevocablemente... El Parlamento Europeo tiene la obligación de interpelar, intervenir y solucionar.

Herman Van Rompuy, Presidente del Consejo Europeo

Wednesday 26 June 2013

Tela, tela, tela...


La germanización de la política económica europea: implicaciones para España,

Óscar Fanjúl,

Expansión

OPINIÓN: EN PRIMER PLANO
El autor cita a Samuelson, que alertó de que asociarse monetariamente con Alemania equivale a acostarse con un oso. También aboga por que el BCE apoye financieramente a los Estados para evitar las políticas de austeridad, a cambio de que éstos aceleren las reformas.
Son muchos los que discrepan de la política económica defendida por Alemania, caracterizada por el papel restringido asignado al Banco Central Europeo, por su insistencia en las políticas de austeridad en medio de la recesión, por la casi obsesiva preocupación por el peligro de inflación y, en definitiva, por la prioridad que da a la resolución a largo plazo de los problemas estructurales, minusvalorando las dificultades cíclicas a corto.
Sin embargo, es el enfoque alemán el que finalmente se ha impuesto en Europa. Como señalaba recientemente el profesor Ulrich Beck, el nuevo papel de Alemania hoy es el “del arquitecto en la construcción de la nueva Europa alemana”. El proyecto de unión monetaria implica una disciplina que hemos tardado en comprender pero que no debería sorprendernos, pues los países europeos aspiraban con él a ganar la credibilidad que suponía asociarse a la política defendida por el Bundesbank. Sobre las dificultades y riesgos que esto suponía advirtieron en su momento muchos economistas, particularmente los anglosajones y, así, Samuelson comparó asociarse monetariamente con Alemania a acostarse con un oso.
Ahora bien, ¿es previsible que la prolongación de la crisis propicie un cambio sustantivo en la política económica europea? Difícilmente. Hoy no existe en Europa un liderazgo francoalemán, sólo alemán; y en este país existe el suficiente consenso social, y también político entre los cuatro grandes partidos, incluso con los sindicatos, como para no esperar que tras las próximas elecciones se produzca un cambio significativo de la política económica, a no ser que Alemania entre en recesión. Igualmente, existe también en Alemania el mismo consenso nacional respecto a la conveniencia de mantener y defender el sistema del euro. Por el contrario, el resto de los países de la eurozona no han sido capaces de articular una política económica alternativa dotada de credibilidad, ni tampoco existe en ellos una cohesión política y social comparable a la de la sociedad alemana.
El éxito de Alemania desde la postguerra sólo contribuye a reafirmar su planteamiento y el Bundesbank, su gran defensor, se ha convertido, con diferencia, en la institución más influyente y respetada por el pueblo alemán. Es más, no existe en el mundo un banco central en el que los ciudadanos tengan depositada más confianza que los alemanes en el suyo, fundamentada en la creencia de que defenderá la estabilidad de la moneda con la firmeza e independencia respecto del poder político que ha mostrado durante décadas. Y el Bundesbank conoce bien qué tipo de política debe defender si quiere mantener el apoyo del público alemán.
Por ello resulta tan importante, aunque no se comparta, entender adecuadamente qué significa la germanización de la política económica europea y qué implicaciones tiene para países como España, y no confiar en un cambio de orientación de la misma que difícilmente se producirá.
1. La necesidad de los superávits por cuenta corriente
La primera y más importante implicación es que España tiene que ser capaz de generar de forma sostenida superávits por cuenta corriente, algo inédito en su historia reciente, como única forma de reducir su endeudamiento y volver a crecer. En efecto, el principal desequilibrio macroeconómico de España lo constituye el elevado nivel de deuda, pues la pública continúa creciendo, pronto superará el 90% del Producto Interior Bruto, y las familias encuentran grandes dificultades para reducir la suya. Si los sectores público y privado deben reducir su nivel de endeudamiento, el saldo exterior por cuenta corriente debe necesariamente ser excedentario, pues estos sectores sólo pueden reducir simultáneamente su deuda si lo hacen respecto al sector exterior (por mera identidad contable, los tres saldos deben sumar cero).
En este tipo de planteamiento se sustenta la política de austeridad y de reformas que defiende Alemania. Los superávit por cuenta corriente no constituyen más que el ahorro que debemos destinar a reducir nuestro endeudamiento. La austeridad, más que una imposición alemana, es una consecuencia de que como país somos hoy menos ricos de lo que hasta hace poco creíamos, y ello obliga inevitablemente a ajustar nuestro gasto y a reducir nuestro nivel de deuda. Las diferencias con Alemania son importantes, pero se refieren fundamentalmente al ritmo y a la forma en que debe hacerse este ajuste.
Las reformas son necesarias para aumentar nuestra competitividad internacional, y es importante comprender que cuanto menos éxito tengamos en la generación de superávit externo mayor tendrá que ser la contracción interna del gasto necesario para conseguir un mismo objetivo de reducción de deuda.
2. La asimetría de los déficits y de los superávits
Esa imprescindible corrección de los déficits exteriores de los países periféricos europeos sería obviamente más fácil si, a la vez, las economías con superávits accedieran a reducirlos aumentando su gasto. Ahora bien, ¿podemos esperar este tipo de comportamiento por parte de Alemania? No debemos, y conviene recordar que la existencia de economías dispuestas a mantener superávits de forma permanente no es un problema nuevo ni fácil de resolver. La experiencia histórica muestra sobradamente que los déficits son insostenibles y se castigan, pero no ocurre lo mismo con los superávits.
Alemania difícilmente aceptará compromiso alguno que suponga eliminar este tipo de asimetría, y no está dispuesta a reducir sus superávits externos, que considera consecuencia y garantía de su competitividad, sólo para contribuir a que los países periféricos reduzcan sus déficits. El modelo de economía alemana se caracteriza por la importancia de su sector exportador y por los sostenidos superávits por cuenta corriente. Cuando recientemente el presidente Rajoy pidió que Alemania practicara una política de gasto más expansiva, la canciller Merkel reafirmó, una vez más, su negativa y se limitó a aconsejar que España aumentara sus exportaciones a Latinoamérica.
3. ¿Nos ayudará el tipo de cambio?
El ritmo y la facilidad con que se produzca el ajuste de las cuentas exteriores de los países periféricos dependerá de lo que ocurra con el valor del tipo de cambio. Está claro que el valor del euro es hoy demasiado alto para lo que conviene a la deprimida economía europea, y ello no es sino otra consecuencia de la fortaleza y del tamaño de la economía alemana.
En este sentido, es importante recordar que Alemania y otros países de su área han visto tradicionalmente la fortaleza de su divisa de una forma distinta a como lo han hecho países como España. En efecto, en economías con recursos ociosos la devaluación de la moneda es una forma de reducir costes y de recuperar, a costa del empobrecimiento relativo que ello supone, la competitividad y el empleo. Sin embargo, otros países han considerado una moneda fuerte como un reto y como un incentivo adicional para ser más competitivo, para introducir reformas y aumentar su productividad, y cuando han tenido éxito en el empeño –y este es el caso de Alemania–, se ha convertido en el fundamento de su riqueza y fortaleza.
Frente a quienes han mostrado recientemente su preocupación por la fortaleza del euro, los responsables políticos y económicos alemanes han respondido que de lo que se trata es de “aumentar la competitividad y no de debilitar la divisa”. Mientras que otros países practican hoy políticas que conducen a la depreciación de sus monedas, incluso compiten en ello, el caso japonés es un ejemplo, el BCE ha insistido en que siguen la evolución de los tipos de cambio, pero sólo para valorar la situación económica y nunca ha mostrado especial preocupación por los efectos de un euro fuerte. En definitiva, al igual que en la época del patrón oro, los países de la zona euro sólo pueden aspirar a corregir sus déficits mediante la devaluación interna, reduciendo los costes unitarios de sus bienes y servicios.
4.La balanza por cuenta corriente española: ¿problema resuelto?
Uno de los aspectos más destacables del reciente ajuste español ha sido la importante mejora del saldo por cuenta corriente, que ha pasado de representar el 10% del PIB en 2007 al equilibrio, reflejo de las mejoras conseguidas en la productividad y en los costes laborales unitarios. Como consecuencia de esta evolución tan positiva de la balanza por cuenta corriente, de la productividad y de las exportaciones, algunos niegan que tengamos un problema de competitividad. Sin embargo, conviene recordar que este reequilibrio se ha conseguido a través del hundimiento de la demanda interna y del empleo. Las importaciones han retrocedido al nivel que tenían hace más de diez años. Por ello, el problema es otro: en concreto, saber si somos capaces de volver a crecer de forma sostenida a tasas del 2% ó el 3%, generando también entonces superávits por cuenta corriente, algo que no ha ocurrido en las últimas décadas y sobre lo que hay razones para tener serias dudas.
Conviene tener en cuenta que una gran parte de la moderación de los costes laborales y de la flexibilidad mostrada recientemente por el mercado de trabajo se debe al impacto de la recesión y al temor real al cierre de empresas, más que a una mejora suficiente y permanente en el funcionamiento del mercado de trabajo. Es ésta, además, una situación que fácilmente podría cambiar ante una recuperación del crecimiento después de un largo periodo de reducción o estancamiento salarial y de caída del consumo y el peso de las rentas salariales en el PIB.
5. Políticas monetaria y fiscal
Ante el impacto recesivo que están teniendo las políticas de austeridad, muchos defienden en los países del sur de Europa la necesidad de practicar algún tipo de política monetaria y fiscal que permita estimular la demanda. Un banquero central como Bernanke defiende, en efecto, que el comportamiento de los bancos centrales debe de ser distinto en un contexto inflacionario y en otro deflacionista como el actual. Según él, frente a la inflación “la virtud de un banco central es su habilidad para decir “no”… Sin embargo, cuando no existe inflación, y el peligro es la deflación, se justifica una colaboración de la política monetaria con la política fiscal, lo que no es incompatible con la independencia del banco central, al igual que la colaboración entre países no cuestiona la soberanía de cada uno de ellos”.
Por el contrario, la política alemana se basa en defender una separación estricta entre la política monetaria y la acción discrecional de los gobiernos. En este sentido, los alemanes han interpretado desde su origen la creación del euro como un paso más en la separación entre el proceso de creación de dinero y la actuación de los gobiernos. Otmar Issing, el que fuera economista jefe y miembro alemán del Comité Ejecutivo del BCE, ha señalado que, en su concepción, la introducción del euro supuso la “desnacionalización del dinero en el sentido defendido por Hayek”, de forma que “la separación entre finanzas públicas y política monetaria queda así asegurada”.
Esta concepción del papel de la política monetaria y del banco central explica la resistencia alemana a que éste último colabore con la política fiscal, y la negativa a que pueda actuar como prestamista de última instancia de los gobiernos europeos. El BCE no debe colaborar en la financiación de los déficits fiscales, que deben reducirse aceleradamente, y los problemas de los países periféricos, son estructurales, no cíclicos, y éstos no se corrigen con estímulos monetarios y fiscales.
6. Conclusiones
Por las distintas razones hasta aquí explicadas, creo que lo más realista para España es asumir plenamente las consecuencias de una inevitable política de austeridad y de reformas, sabiendo, además, que los efectos positivos de éstas últimas tardarán tiempo en manifestarse. En contra de lo defendido por muchos, las políticas de austeridad tienen un efecto depresivo y la única forma de compensarlo es a través de reformas microeconómicas que permitan corregir las causas de nuestros desequilibrios y que sean lo suficientemente radicales como para tener un impacto macroeconómico. Por ello, es mejor concentrarse en ciertas reformas y saneamientos fundamentales, las de los mercados de capitales y de trabajo, incluso la del energético, y no dispersarse en otras de importancia secundaria, que contribuyen más a generar reacciones sociales en contra que a tener un impacto macroeconómico.
Aún así, los procesos de ajuste de devaluación interna pueden ser muy largos. Históricamente, rara vez han funcionado. No ocurrió en la Gran Depresión. La mejor alternativa sería que el Banco Central Europeo, como hace la Fed o el Banco de Inglaterra, apoyara con su política monetaria una política fiscal menos contractiva y se recapitalizara agresivamente al sector financiero a cambio de reformas más radicales acordes con la importancia de nuestros problemas. Ahora bien, ¿hay razones suficientes para ser optimista sobre la capacidad de comprometernos a las reformas que necesitamos y no, como tantas veces, hacerlas sólo a medias? Como en una ocasión señaló Churchill: “No es suficiente con hacerlo lo mejor que podamos; a veces tenemos que hacer lo que hay que hacer”.

Lo dicho; tela, tela, tela. Largo y tortuoso camino para las economías heterodoxas del sur de Europa donde el mestizaje y el oportunismo es moneda común de sus políticas generales e indefinidas que van de por libre con repentinos cambios según convenga al Gobierno de turno e incluso a sus pactos de gobierno. Los factores productivos han de ser eso "productivos" y empleados del modo más eficiente para el mercado, la reforma del mercado de trabajo ya está hecha, queda realizarla y llevarla e introducirla a nuestra mentalidad, nuestro modus operandi.
No se es más productivo por devaluar, si no por producir. Dejemos de jugar, la picaresca. A ello nos obligan.

Tuesday 25 June 2013

yo lo llamo Plan Marshall, pero llámalo como quieras




Cuidado con la poción mágica alemana

Dierk Hirschel

El País




TRIBUNA
Las políticas seguidas solo han generado empleos precarios y grandes desigualdades
Europa se encuentra en la crisis más grave desde la II Guerra Mundial. Merkel, Barroso y Lagarde han destrozado nuestro continente a base de austeridad. De París a Madrid, la economía se contrae. Casi 27 millones de personas están en paro.
Europa meridional se lleva la peor parte. En España y Grecia, una de cada cuatro personas está en paro. En Madrid, Sevilla, Roma y Atenas crece una generación perdida. Desde el punto de vista de la canciller alemana, no hay alternativas a la política de austeridad y las reformas estructurales, aunque sean dolorosas. Angela Merkel vende la política de reformas alemana como la poción mágica para Europa. A primera vista, eso parece razonable. Alemania es el último país sano en el lazareto europeo. Una economía en crecimiento, bajo nivel de paro, una industria sumamente competitiva y un presupuesto casi sin deuda hablan por sí solos.
Pero en contra de la lectura oficial, las reformas de Schröder (Agenda 2010, Hartz IV) no supusieron ningún milagro para el empleo. Aunque es indiscutible que hoy hay en Alemania 1,4 millones de puestos de trabajo más que al empezar el siglo, las estadísticas laborales distorsionan la realidad. Cuando las empresas transforman contratos a tiempo completo en empleos a tiempo parcial o minijobs, el número de empleados aumenta. Sin embargo, lo que se ha hecho no es sino redistribuir el trabajo existente en condiciones de precariedad. Eso es justo lo que ha pasado en Alemania. Desde el año 2000 se perdieron 1,6 millones de empleos a tiempo completo. Simultáneamente surgieron 3 millones de empleos a tiempo parcial.
El supuesto boom alemán del empleo nunca desbordó el marco de una de las habituales recuperaciones coyunturales. Después de las reformas, el empleo no se recuperó con más fuerza que antes de ellas.
Y, de igual modo, los buenos datos del nivel de desempleo alemán han de tomarse con cautela. Oficialmente, en Alemania solo hay tres millones de parados, el nivel de desempleo más bajo desde hace 20 años. Sin embargo, los que ganan un euro a la hora, quienes tienen más de 58 años y no perciben un salario o los desempleados en cursos de formación no se cuentan en las estadísticas del paro. Además, hay más de dos millones de trabajadores a tiempo parcial que desearían tener un contrato a tiempo completo, pero que no lo consiguen.
Es muy popular el cuento de que Alemania ha salido airosa de la crisis de la economía y los mercados financieros solo gracias a las reformas de Schröder. En esta crisis se han salvado más de un millón de empleos gracias a las reducciones del tiempo de trabajo. Las jornadas laborales reducidas y las bolsas de horas de trabajo subvencionadas por el Estado han impedido que las caídas en la producción se hayan transformado en paro masivo. Este éxito de la política de empleo no tiene nada que ver con la “política de reformas”. Además de esto, el Gobierno de Merkel estabilizó la economía con dos grandes paquetes de medidas coyunturales. Eso fue keynesianismo puro.
En resumen: la política de la Agenda 2010 tiene tan poco que ver con los recientes éxitos económicos como la natalidad con el número de cigüeñas.
Lo que sí han hecho las reformas del mercado de trabajo ha sido dividir a la sociedad. Hoy, casi 1 de cada 4 personas empleadas trabaja por menos de 9 euros a la hora. Y 1,4 millones de alemanes se desloman por un salario de hambre inferior a 5 euros. Solo en EE UU hay un salario mínimo inferior. 1 de cada 3 trabajos es inseguro. El empleo precario y la pérdida de cobertura de los convenios son responsables de que los acuerdos que negocian los sindicatos solo beneficien a tres de cada cinco trabajadores. Se ha sometido a dieta forzosa a los trabajadores alemanes. Alemania tiene la peor evolución salarial de Europa. En ningún otro país industrializado ha aumentado tanto la desigualdad.
Las consecuencias económicas han sido fatales. La debilidad salarial ha frenado la demanda interna y disparado las exportaciones. El comercijo minorista y el trabajo manual sufren por la falta de poder adquisitivo. La industria exportadora, por el contrario, ha podido ofrecer a sus clientes extranjeros precios atractivos. Alemania se ha convertido en el único país de la eurozona en el que la demanda externa ha contribuido al crecimiento más que la demanda interna. ¡Sin éxito!
Además, el crecimiento dependiente de las exportaciones ha perjudicado a nuestros vecinos. Las empresas españolas, italianas y portuguesas han podido vender cada vez menos productos en los agostados mercados alemanes. Pero eso no es todo. Las compañías alemanas, competitivas por precios, han puesto contra la pared a la competencia de la Europa meridional.
Españoles, franceses, italianos y griegos deberían apartar las manos de la poción mágica alemana. Las reformas estructurales neoliberales destrozan los convenios territoriales, su autonomía y la protección frente al despido. Por eso se han hundido los salarios españoles, portugueses y griegos en los últimos dos años entre un 7 y un 20%. Esto ha hecho surgir una competencia salarial desatada, pero ni un solo puesto de trabajo nuevo.
Es justo que nuestros colegas del sur de Europa se defiendan frente a estos ataques. Su lucha defensiva tiene nuestra solidaridad. Europa necesita un cambio de política. Debe detenerse la política de austeridad, económica y socialmente destructiva. En su lugar necesitamos inversiones de futuro en educación, salud, protección al clima e infraestructuras —un Plan Marshall—, así como un programa inmediato contra el desempleo juvenil. Para poder financiar todo esto es necesario aumentar la presión fiscal sobre las grandes rentas y fortunas en toda Europa. Solo una Europa social tiene futuro.
Dierk Hirschel es economista jefe del Sindicato Unido de Servicios de Alemania.
Traducción de Jesús Alborés Rey.
Hay formas de crecimiento hacia fuera o hacia dentro. Mientras países como China, Rusia, Brasil y otros emergentes tengan mecha para tirar de los productos europeos (en su mayoría alemanes) la economía del área euro, mal que bien,  resistirá pero... Un modelo económico equilibrado tendría esta variable --exportaciones-- equilibrada con respecto a un potente mercado interior. Como economía pujante el área euro debería tener un mercado interior creciente, potente, equilibrador y tecnológicamente avanzado... tirando del consumo y basando su permanente y estable desarrollo en esta variable... 

y van...



¿Otra tormenta perfecta?,

Juan Ignacio Crespo,

El País



OPINIÓN
Hace justo un mes comenzó a gestarse una tormenta perfecta. Su primer y espectacular síntoma se produjo el 23 de mayo en la Bolsa de Tokio que, tras subir más de un 70% en seis meses, cayó de repente un 7% en un solo día. Hasta ayer, la gestación de esa tormenta estaba pasando casi desapercibida (¡ni siquiera subía mucho la prima de riesgo de la deuda española!) pero, tras las recientes caídas del Ibex 35, ha empezado a resultar evidente.
Tres focos principales están alimentando su potencia destructiva: la subida de los tipos de interés de largo plazo en todo el mundo; la pérdida de credibilidad de la política monetaria del Banco de Japón; y, finalmente, lo que parece ser un estrangulamiento del crédito en China.
A todo esto hay que añadir un cuarto factor de inestabilidad derivado del primero de los otros tres: la fuerte salida de capitales de los mercados emergentes que hunde sus Bolsas y la cotización de sus monedas. La lógica de esa salida de capitales es sencilla: los tipos de interés tan bajos de los últimos años habían fomentado la inversión en activos con un riesgo más elevado y que pudieran proporcionar una mayor rentabilidad. El cambio de política por la Reserva Federal está provocando una reacción hiperestésica en sentido contrario.
La gravedad de lo que pudiera suceder en China la evoca el paralelismo con lo sucedido en Occidente en los años previos al estallido de la crisis: el crecimiento descontrolado del crédito y el desarrollo hipertrofiado de una llamada “banca en la sombra” y de vehículos fuera del balance de los bancos del tipo de los que llevaron a la quiebra a la gran banca norteamericana en 2008 (eran sociedades de inversión que se financiaban a corto plazo e invertían a largo plazo; quebraron cuando surgieron los primeros problemas para financiarse en los mercados, y arrastraron con ellos a los bancos que los habían promovido).
¿Estallará finalmente esa tormenta perfecta? Aunque la situación es muy complicada y el peligro de una suma vectorial desafortunada de todo lo anterior podría terminar con la quiebra de alguna gran institución financiera internacional (o de algún país emergente) sería muy raro que eso se produjera a estas alturas del ciclo. Pero sí que es probable, en cambio, que la inestabilidad se intensifique en las próximas semanas hasta conseguir que el índice S&P 500 de la Bolsa norteamericana caiga un 20%-25% (hasta ahora solo ha caído un 6%) y el precio de las materias primas retroceda otro tanto. Con el consiguiente impacto sobre una economía mundial que se está desacelerando (sobre todo China) y que pudiera verse, por tanto, abocada a otra recesión global.
Juan Ignacio Crespo es autor del libro Las dos próximas recesiones.

Tanta inestabilidad de mercados, finanzas, gobiernos, emergentes, carruseles... nada es inmune a ésta vorágine que nos rodea e impregna. Cada día estamos acudiendo al Casino Global a ver si nos ha tocado algo, pero nada, ni el reintegro viendo, como muchos, como nuestros ahorros se apocan, encogen, quedan famélicos ante tanto rayo y tanto trueno y yo esperando que mañana el día escampe... nunca llovió que después escampó decían nuestros viejos... sigo esperando, tonto, atónito, sobrepasado ante el cristal de la ventana de mi vida atento a los rayos, a los truenos, al pedrisco ¿tan mala es la naturaleza... humana?

Monday 24 June 2013

Tengo una corazonada





Despojémonos ya de los financieros,

de Juan Laborda,

vozpopuli.com





OPINIÓN
El ascenso al poder de los financieros, facilitado por los Clinton en la década de 1990, está en la raíz de los graves problemas actuales. Aunque en realidad, y siendo justos, los últimos tres presidentes estadounidenses, incluido el actual, así como la inmensa mayoría de las élites políticas occidentales, constituyen una auténtica vergüenza. Teniendo en cuenta el totalitarismo invertido, término acuñado en 2003 por Sheldom Wolin, en que se han transformado la práctica totalidad de las democracias occidentales, se otea muy poca esperanza en el horizonte, a excepción de algunos puntos de luz aislados en medio de una erosión general sin parangón.
Mi preocupación es que a medida que la situación empeore, y empeorará, la élite tiende a castigar a los inocentes y los débiles. Esta ha sido su respuesta hasta el momento, mucho más allá de lo que uno podría haber imaginado. Simplemente miren el esperpento en que se ha transformado nuestra querida España. La situación puede llegar a ser tal y acabar tan fuera de control que no descarten ustedes que algún día se empiecen a abrir juicios penales por “crímenes de guerra financieros”. La mayoría de estos individuos, además, no tienen vergüenza, abusan de los juramentos, y son maestros del engaño.
Así que probablemente el desarrollo y devenir de la actual dinámica, no sólo económica, sino también política y social, no terminará bien. Pero  terminará. Una vez más, lo irónico es que la verdad está saliendo a la luz, poco a poco, pero no en los medios de comunicación dominantes, que se están cubriendo de gloria.
El diseño del comienzo del desastre
Las élites económicas y políticas, tras una larga secuencia de raquíticos crecimientos económicos, diseñaron a mediados de los 90 una huida hacia adelante a través de una política monetaria excesivamente expansiva que conllevó el proceso de endeudamiento y la burbuja financiera más grande la historia. Además de sostener una expansión artificial de la demanda, que sorteó la caída de la tasa de ganancia del capital, permitió, sobre todo, la financiación de un gigantesco proceso de acumulación y adquisición de riquezas por todo el globo a favor de las grandes multinacionales.
Sin embargo, la desigual distribución de la renta, junto a los límites físicos y energéticos del planeta, abortaron el intento de fuga hacia delante que supuso la burbuja financiera, que incluso las elites tecnócratas financieras, valoraron peyorativamente: “la burbuja financiera, no fue sino una vía para sortear artificialmente los limites que la desequilibrada distribución de la riqueza en el mundo” (Strauss-Kahn, 2010).
Con la actual crisis sistémica las élites occidentales tratan de rediseñar una nueva política económica que eufemísticamente denominan austeridad fiscal expansiva, a través de la cual, y de espaldas a los poderes democráticos, quieren recuperar sus tasas de ganancia a costa de los ciudadanos.
Sin embargo, el equilibrio artificial que mantenía el status quo, a través de expansiones cuantitativas de los bancos centrales y el constante soporte para ofrecer liquidez sin límites, se está resquebrajando. Estamos, como expliqué en mi último blog, a las puertas de un nuevo paradigma, donde se “normalizará” el coste del capital y las primas de riesgo. Es decir, subirán los tipos de interés y caerán fuertemente los precios de los activos de riesgo. Hay dos razones básicas. En primer lugar, la sobrevaloración de la mayor parte de los activos, tanto los de riesgo como los que en su momento se denominaron seguros. En segundo lugar, la falta de ahorro global para reciclar en el futuro.
Este proceso ya ha empezado, primero en los mercados de materias primas y en los de los países emergentes, donde ha habido un fuerte incremento en los tipos de interés de la deuda y una notable depreciación de sus divisas; y a continuación en los mercados de riesgo occidentales. Frente a la opinión mayoritaria, los países que más sufrirán en el medio plazo serán curiosamente aquellos donde las élites financieras son dominantes, Estados Unidos y Reino Unido. Sencillamente habrá un momento en que no podrán refinanciar su ingente volumen de deuda, pública y privada; y comenzarán su particular descenso a los infiernos, su recesión de balances.
El último misterio de la crisis financiera
El pasado miércoles 19 de junio, el periodista Matt Taibbi, publicó una excelente pieza bajo el título “The Last Mystery of the Financial Crisis”, en español algo así como “El Último Misterio de la Crisis Financiera”. Mediante un nuevo hallazgo de documentos embarazosos explica cómo las agencias de calificación Moody’s y S&P ayudaron a expandir la crisis. En esos documentos, reunidos en las dos principales demandas judiciales contra las agencias de calificación, se detalla cómo en realidad constituyeron una desvergonzada herramienta para los bancos, dispuestos a dar a cualquier cosa una calificación alta a cambio de dinero.
La  función principal de estas agencias de calificación es la de ayudar a definir lo que es seguro para comprar, y lo que no lo es. Una calificación triple A según los propios informes de Moody's, sólo debería darse a aquellas compañías o países que “sobrevivirían a un escenario equivalente a la Gran Depresión.” Pero la realidad fue muy distinta.
La Comisión Investigadora de la Crisis Financiera descubrió que Moody’s entre 2000 y 2007 concedió a casi 45.000 títulos respaldados por hipotecas la calificación AAA. Durante un año, cada día, Moody’s repartía calificaciones AAA a un promedio de 30 valores respaldados por hipotecas, el 83 por ciento de los cuales fueron finalmente rebajadas. “Esta crisis no habría sido posible sin las Agencias de Calificación”, concluyó la Comisión.
La crisis financiera no es algo que acaba de suceder. Simplemente fue un fraude infame perpetrado durante un largo período de tiempo por los mayores bancos y sus facilitadores. Y muchos de ellos son cómplices por encubrimiento. Parafraseando a Franklin Delano Roosvelt, “los monopolios financieros y empresariales, una banca imprudente, y el sectarismo, han llegado a considerar al gobierno simplemente como un apéndice de sus propios asuntos. Ahora sabemos que el gobierno del dinero organizado es igual de peligroso que un gobierno del crimen organizado”. Todo esto,  les suena, ¿verdad? Pues ya es hora, como hizo FDR, de despojarnos de ello.

¡El daño que han ocasionado las Agencias de Calificación! a la economía en general y a ciertos países en particular... entre ellos Grecia, Portugal, España y los que seguirán. ¿Quién mueve sus hilos? ¿quién rige nuestros destinos?

Relaciones prostibularias... Pensadores, intelectuales, ideologías y libertad. Prudencia, miedo, indiferencia ¿dónde vas?



El hombre lobo, 

Manuel Mandianes,

El Mundo



TRIBUNA: POLÍTICA
El autor considera que, en ocasiones, políticos y banqueros actúan como si estuvieran al margen de la ley. Critica a los intelectuales que no se interesan por la realidad porque ven el mundo a través de su ideología
Los políticos se creen los poseedores exclusivos de la verdad. A quien no piensa como ellos lo condenan a las tinieblas exteriores. Les importa un rábano la verdad expresada por Ortega: «La vida pública no es sólo política, sino, a la par y aún antes, intelectual, moral, económica, religiosa; comprende los usos de todos los colectivos e incluye el modo de vestir y el modo de gozar». Además de no querer gente que piense diferente de ellos, los políticos no quieren a nadie que pueda hacerles sombra; pueden nombrar consejeros a intelectuales de su partido, o afines, quienes, aunque piensen de manera diferente a los políticos, se callarán por miedo a perder las migajas que les pueden caer de aquí y de allí. A estos intelectuales se les señala con el calificativo peyorativo de apesebrados, y con el institucional de orgánicos. Tanto los políticos como los intelectuales orgánicos condenan desde la oposición lo que decretarían y defenderían si estuvieran en el poder.
La voluntad política y el interés del dinero son hoy, lo que en otro tiempo fue, la voluntad del soberano que «suspendía la ley en el estado de excepción e incluía así en él la nuda vida», escribió Giorgio Agamben. Los políticos, por el aforo, y los banqueros, por el poder del dinero, son como el hombre lobo, de quienes depende todo, actúan en muchas ocasiones como si fueran la naturaleza, como si estuvieran al margen de la ley que se vuelve un principio vacío y una vigencia sin significado para el hombre cuando se vuelve lobo. En este sentido, se podría decir que los dos son la licantropía del hombre y la hominización del lobo.
En manos de los políticos y los banqueros, el hombre moderno es un animal cuya vida y sus ahorros están puestos en entredicho; ellos deciden los valores y desvalores de la vida en tanto que tal. En esta situación, muchos seres humanos se suicidan porque ven su vida irrelevante e indigna de ser vivida «por haber perdido toda cualidad y relación especificas, excepto el puro hecho de ser humanas», dice Hannah Arendt. Hay que decir a los políticos de todos los partidos que abandonen la práctica farsante de las comisiones internas de investigación, a los políticos y los banqueros que no defiendan a sus correligionarios corruptos, que colaboren positivamente con la Justicia para que los que han robado o han gastado alegremente el dinero público paguen con su patrimonio y vayan a la cárcel si procede.
Porque es un bien cultural y patrimonio de la Humanidad, todos debemos hacer lo posible por conservar cualquier lengua. Los niños que quieran disfrutar de los beneficios de la enseñanza pública deberán saber la lengua o lenguas en la que se imparta aquella, si un ciudadano opta a un puesto oficial en un territorio en el que hay dos o más lenguas oficiales deberá saber las dos o las tres. A los niños catalanes, gallegos o vascos les interesa aprender a la perfección el castellano porque les va a servir para recorrer el mundo y les ayudará a encontrar un trabajo, cada vez en más países. Hoy, en el mundo occidental, la lengua científica es el inglés pero la lengua hablada por más millones de personas es el castellano. Según el sentir de la mayoría de ciudadanos, los políticos no defienden las lenguas por ser patrimonio de la Humanidad y bien cultural sino para complacer a una franja de sus votantes.
«Tenemos la juventud mejor preparada de la historia de España», repiten los políticos. Los que dicen esto confunden información con conocimiento. La juventud de hoy maneja mejor las nuevas tecnologías y tienen más información, pero «la información por sí sola no constituye conocimiento hasta que, a partir de ella, se piensa algo», dice Rüdiger Safranski. La información sin procesar sólo sirve para ganar concursos de televisión. Hoy hay jóvenes muy bien preparados y hay jóvenes con título universitario que no están bien preparados aunque tengan mucha información. Si las universidades de hoy no son las mejores de la historia de España, no puede ser que nuestra juventud sea la mejor preparada de todos los tiempos.
Si no es porque dan por verdad revelada lo que afirman de sí mismos y si no se supone que es por defender los intereses del amo que les paga, es difícil de entender que ciertos intelectuales que profesan la duda metódica como dogma para la investigación y la incertidumbre para las proposiciones, defiendan en artículos, conferencias y tertulias que el bien y la verdad están siempre de un lado y el mal del otro, y ataquen a voz en grito a quien disiente de sus opiniones. La vulgaridad intelectual se manifiesta, según Ortega, «en la habitual falta de cautela y cuidados para ajustarse a la verdad que suelen mostrar los que hablan y escriben».
Hay muchos intelectuales que no ven ni les interesa la realidad porque ven el mundo a través de su ideología. «Una ideología contempla a quienes no la profesan como deficientes mentales, como una curiosa insuficiencia ética, como un desgastado anacronismo que se empeña en sobrevivir, bajo la airada luz de la supuesta integridad política», escribió García Cortázar. Aún es más lamentable la posición de aquellos que viendo las cosas se callan y se venden por un plato de lentejas.
Los profesores y los estudiantes salen a la calle para protestar por los recortes pero no se les pasa por la cabeza pedir una reforma del mapa universitario. Cantidad y calidad pocas veces van juntas. Cada provincia no puede tener su universidad. Investigaciones en ciencias sociales, históricas, filosofía se pueden hacer con mucho menos dinero del que tradicionalmente se daba para hacerlas. Son contadísimos los profesores que critican el estamento universitario. La universidad es endogámica, amaña tribunales, imparte seminarios y másteres de dudoso rigor científico y de absoluta inutilidad. La única justificación de tales actividades es la de sacar dinero, y la de justificar la presencia de profesores y la existencia de ciertas cátedras como, en Adiós a la universidad, Jordi Llovet demuestra de manera fehaciente.
Hay intelectuales que disfrutan de una capacidad metabólica envidiable. Sin torcer el gesto son capaces de estar de acuerdo con la derecha y con la izquierda siempre que están en el poder. Sólo los puede justificar aquello que de vez en cuando se oye: «En lugar de decir lo que piensan, fingen pensar lo que dicen». Seguramente piensan pero renuncian a expresar su pensamiento delante de quien le mantiene en el puesto de trabajo; a su vez, el empleador les mantiene en su puesto para que digan de él que es liberal, tolerante, inteligente, líder insustituible. Se trata, pues, de una colaboración y un intercambio vitales para ambos dos. Muchos nunca dicen nada ni a favor ni en contra de nadie ni de nada. Su silencio puede ser fruto de la prudencia, del miedo o de la indiferencia.
«Para ser pensador hay que ser de izquierdas», dicen unos. «Para ser cualquier cosa, menos para ser esclavo, hace falta ser libre», dicen otros.
Manuel Mandianes es antropólogo del CSIC, escritor y teólogo. Autor del blog: Diario nihilista.

Necesitamos una regeneración en todos los estamentos sociales, con mayor responsabilidad e inmediatez en aquellos cuyas trascendencia influya directamente en el individuo y su formación. Educar en libertad, pensar en lato, universidad como Universo, amplio grande sin ser esclavo de la inmediatez, del corto plazo, del reloj. Esta regeneración debe ser individual e interna, ser capaz como individuo de autocrítica y tomar posición y lugar de uno mismo como síntesis de "tu" análisis. No todo es pensar, actuar, "ser" en función de los demás, del camaleonismo y de la propia comodidad. Nos debemos convencer que todo lo demás vendrá por añadidura. Piensa en tí y comprenderás que lo mejor está en los demás y en compartir lo verdadero de ti. Como portador de valores... tu lo vales.