Yellen vs. Summers
La
presidencia del banco central más importante del mundo, la Reserva Federal de
EEUU, deberá renovarse al inicio del próximo año. Está prácticamente descartado
que su actual inquilino, Ben Bernanke, tras dos periodos en ese cargo prorrogue
su mandato. En consecuencia, el sucesor
al frente de la Fed tendrá como principal responsabilidad gestionar la retirada
de las decisiones excepcionales de estímulos monetarios adoptadas desde el
inicio de la crisis. No es un empeño urgente, pero desde luego no será fácil. Más
allá de ese tan delicado como singular cometido, deberá gobernar un sistema complejo,
constituido por los 12 bancos que integran el sistema federal y más de 18.000 empleados.
Además de la política monetaria, el sistema de la Reserva Federal es
responsable de la regulación bancaria, aún más tras las nuevas regulaciones
adoptadas, y de la gestión del sistema de pagos. Por eso es razonable que desde
hace meses, y no solo en la comunidad financiera, se preste atención creciente
a ese relevo. No hace falta insistir en que el impacto de cualquier decisión
que se adopte en esa institución trasciende los intereses estadounidenses para
marcar el paso a los demás bancos centrales y condicionar el comportamiento de
la economía global.
A estas alturas son dos los
candidatos más destacados: Janet Yellen y Lawrence Summers. Ambos reúnen algunas de las
condiciones consideradas tradicionalmente convenientes para una posición tal:
respetables académicos, conocimiento de la realidad financiera y dilatada
experiencia pública al más alto nivel. Aunque, en realidad, hasta que asuman su
función será difícil evaluar la capacidad para abordar propósitos tan sensibles
en un momento tan singular como el actual. Las habilidades para la gestión de
crisis económicas y financieras como la que se desencadenó en el verano de 2007
no es algo que se adquiera por vías convencionales.
Ambos tienen
bien acreditada la capacidad para
entender y evaluar lo que ocurre en la economía. No solo por sus bien ganadas
credenciales académicas y como macroeconomistas, sino por sus años de
experiencia cercanos a la actividad económica y financiera.
Summers estuvo en
el Tesoro con Robert Rubin en la gestión del “tequilazo” durante la presidencia
de Clinton y como secretario del Tesoro y presidente del Consejo Económico con
Obama. Cuenta, además, con una controvertida experiencia como rector de la
Universidad de Harvard.
Yellen es vicepresidenta de la Fed desde
hace tres años, y antes fue presidenta del banco correspondiente de San
Francisco. A pesar de sus claras preferencias demócratas, ha coexistido muy
bien con Ben Bernanke, designado por George W. Bush en 2005. En realidad, ha constituido el apoyo más importante a la estrategia de estímulo
definida por la Fed como respuesta a la crisis. Es considerada una “paloma,
claramente partidaria de ese “forward
guidance” pionero de la Fed y de los avances en la transparencia con la que
ese banco central viene comportándose recientemente. Con ella en la presidencia
podríamos tener más seguridad de que no retirarían los estímulos monetarios de
forma precipitada y, por tanto, de que confirmaría el compromiso de mantener los
tipos de interés en los niveles actuales hasta que la tasa de paro no alcance
el 6%. Un compromiso que sigue siendo muy importante: con independencia de la recuperación
en que está inmersa esa economía, su afianzamiento está lejos de darse por
descontado.
Summers, por su parte, ha mostrado en una conferencia reciente su escepticismo acerca de la
virtualidad de las tres ediciones de “Quantitative
Easing” (QE) aplicados por la Fed. Además, para no pocos votantes y
senadores demócratas (20 de ellos acaban de firmar un manifiesto en apoyo de
Yellen) se cuestiona su grado de independencia de Wall Street. En la memoria
sigue la defensa que junto a Rubin hizo de la desregulación financiera en la
época Clinton. Yellen, por su parte, ha dejado clara su posición sobre el
reforzamiento de las exigencias de capital de los grandes bancos en la gestión
de esta crisis.
El carácter
y los estilos de dirección probablemente cuenten en la designación del
presidente. Summers tiene una bien
ganada reputación de autosuficiente, consciente de su brillantez. Irascible
en ocasiones. De Yellen, sin embargo, es
alabada su capacidad para deliberar, para encontrar consensos. Es
partidaria de la adopción de decisiones en cierta medida colegiadas, como ha
demostrado en las sesiones del órgano decisor en política monetaria de la Fed,
el Federal Open Market Committee (FOMC).
En este órgano, como sus actas han revelado, es raro que se imponga sin más una
opinión aislada, por autorizada que ésta sea. En realidad, el presidente es uno
más de los siete miembros del Consejo de Gobernadores y los presidentes de los
12 bancos del país, aunque solo cinco de estos últimos tienen voto, dependiendo
de los años. Además de estas decisiones de política monetaria, algunas
regulatorias también se adoptan colegiadamente por los siete miembros del consejo.
Los
anteriores serán sin duda factores que contarán en la decisión de Obama. Pero
también es posible que lo hagan los grupos de presión de todo tipo, desde el
propio staff de la Casa Blanca, hasta
los partidarios de que se inaugure una fase con una mujer en la institución
económica más poderosa del mundo: Yellen
podría ser la primera presidenta de la Reserva Federal en sus 100 años de
historia. Que su marido, el premio Nobel George Akerlof, haya sido uno de
los candidatos de segunda línea, junto a Ferguson, o el anterior secretario del
Tesoro Tim Geithner, también puede influir. No hay prisas para la elección,
pero cuanto más espere Obama, mayor será el ruido ambiental y la sensibilidad
extrema a cualquier movimiento o afirmación de los dos principales candidatos,
por banal que en otro contexto pudiera resultar.
Emilio Ontiveros
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