“La socialdemocracia será eclipsada por fuerzas más radicales”
Un ‘chacal rebuznante’, según Fox News. Socialista. Columnista del
Guardian”. Así se define Owen Jones, 31 años (nacido en Sheffield, Inglaterra, 1984) en su perfil de Twitter. En 2011, con solo 27 años, publicó un libro —Chavs, la demonización de la clase obrera—
que se convirtió en un fenómeno editorial y a su autor, en una de las
voces más influyentes de la izquierda británica. Su nuevo ensayo, El establishment (Seix Barral),
es un estudio de la historia política de Reino Unido después de la II
Guerra Mundial, a través del grupo de poder que la domina, desafiando a
la democracia desde arriba y unido por el objetivo común de mantener un
sistema que Jones considera nefasto y perverso. Nos recibe en un
café del norte de Londres, a pocas semanas de unas elecciones cruciales
para el futuro de su país y, afirma, para el de la propia izquierda en
Europa.
Pregunta. Augura que las generaciones futuras
mirarán atrás y contemplarán con asombro y desprecio cómo se organiza
hoy la sociedad británica. ¿Tan grave es?
Respuesta. Es injusta e insostenible. Tenemos una
sociedad en la que la riqueza de los mil que más tienen se ha duplicado
durante los cinco años de una de las mayores crisis económicas que ha
sufrido este país, mientras un millón de personas tienen que recurrir a
los bancos de alimentos. Es una sociedad perversa.
P. ¿La culpa es del establishment?
R. Hubo mucha resistencia a la democracia en este
país por el miedo de los de arriba a que, si todo el mundo podía votar,
habría una redistribución de la riqueza y el poder. Era cierto: la
democracia conlleva una redistribución. Pero en los últimos 30 años ha
habido un intento de recuperar el poder y la riqueza perdidas. Y eso es
el establishment. Un colectivo unido por intereses económicos, mentalidades y conjeturas comunes.
P. ¿Una conspiración?
R. No. Una unión de intereses que colisionan con la democracia. Es la amenaza a la democracia desde arriba. Este establishment
exhibe un triunfalismo sin precedentes. Cree que ha derrotado a todos
sus enemigos. La manera en que funciona la sociedad parece inevitable.
P. ¿Estamos resignados a su poder?
R. El establishment depende de un
sentimiento de resignación. Es como el tiempo: puedes protestar porque
llueve pero no puedes hacer nada. Pero las encuestas revelan que la
opinión de la mayoría de los votantes entra en colisión con el establishment.
La mayoría apoya la renacionalización de los trenes y de la energía,
quieren más impuestos para los ricos, más derechos de los trabajadores.
En temas económicos se identifican más con la izquierda. Pero ha cuajado
un sentimiento de que no hay alternativa.
P. Ha ayudado, sostiene usted, un redireccionamiento del enfado.
R. A los trabajadores que cobran sueldos miserables
se les dice que no es con sus jefes con quien deben enfadarse sino con
los parados que viven lujosamente o con el inmigrante que les quita sus
recursos. El establishment le dice a la gente: te han robado,
pero no te enfades por el hecho de que te hayan robado, sino por que a
tu vecino le han robado menos.
P. Predican el libre mercado pero, según usted, dependen del Estado más que ningún otro colectivo. ¿En qué sentido?
R. Esa es la ironía. El sector financiero no fue
rescatado por el dogma del libre mercado, sino por el Estado. Es socialismo para los ricos y capitalismo para los pobres.
P. ¿Se puede combatir a ese establishment desde la política?
R. El debate político está hoy en los matices y no
en los contrastes radicales. El final de la Guerra Fría fue el final de
la historia, en palabras de Fukuyama. La izquierda como visión de la
sociedad colapsó. El nuevo laborismo fue un producto del fracaso. Asumió
los presupuestos del thatcherismo, igual que los Gobiernos
conservadores de los años cincuenta aceptaron los del laborismo de
posguerra. En 2008 la presunción de la izquierda, o de lo que restaba de
ella, fue que el neoliberalismo había quedado desacreditado, así que emergería una alternativa. Pero eso no pasó. Milton Friedman
dijo que los cambios se consiguen a través de una crisis, pero depende
de las ideas que haya en el aire. Y la izquierda no tenía muchas ideas
en 2008. Por eso la derecha mantuvo su hegemonía intelectual.
P. ¿Cómo ve usted al laborismo hoy?
R. La gente tiende a olvidar dónde estaba el nuevo
laborismo. ¡Era tan abiertamente neoliberal! Ha cambiado bastante,
aunque no se acerque ni de lejos a donde llegaría yo. Y lo ha hecho
porque la ciudadanía desde diferentes foros lo ha reclamado. Frederick
Douglass dijo que el poder no concede nada sin una demanda. Si hay
presión desde abajo puede cambiar.
P. ¿Qué espera de ellos?
R. Su misión original era ser la voz de los
trabajadores. Y estos han sufrido la mayor caída en sus ingresos desde
la época victoriana. La mayor parte de la gente que está en la pobreza
trabaja. Se levanta por la mañana para ganarse su pobreza. El laborismo
debe preguntarse por qué vivimos en una sociedad que sirve a los
poderosos en lugar de a los verdaderos generadores de riqueza. La
riqueza la creamos todos: los trabajadores, el Estado, el profesor, el
médico, los limpiadores. Debe estar mejor distribuida.
P. ¿En qué consiste la revolución democrática que usted propone?
R. La democracia está amenazada por los poderosos y debemos volver a conquistar la soberanía de la gente.
P. ¿La casta de Podemos es lo mismo que su establishment?
R. Supongo que sí. Para ellos es un poder al que no
se le puede exigir responsabilidades, corrupto legal y moralmente, cuyo
comportamiento colisiona con los intereses de la mayoría de la sociedad.
España demuestra que, cuando la gente lo pasa mal, no es inevitable que
la beneficiada sea la derecha populista. Es una lección para todos
nosotros. No tiene por qué haber una política del miedo: es posible una
política de la esperanza. La política de la esperanza dice que la
injusticia es temporal y puede superarse.
P. Usted se define como socialista. Podemos, en cambio, parece haber renunciado a esa dialéctica de derecha e izquierda.
R. Lo entiendo. Creo que solo intentan comunicar sus
ideas en una sociedad donde la izquierda ha sufrido enormes calamidades
y derrotas políticas.
P. ¿Podría triunfar un movimiento así si se define como de izquierdas?
R. Yo soy socialista. Creo que la retórica de
derecha e izquierda sigue siendo válida. Pero es la gente ya politizada
la que piensa en términos de derecha o izquierda, los que vivimos en la
burbuja política. La mayoría piensa en términos de vivienda, empleo,
servicios, salarios, hijos. Y hay que afrontar esas preocupaciones de
una manera convincente. Quien quiera cambiar la sociedad debe mirar
dónde hay un movimiento con éxito y ver qué han hecho bien, y qué ha
hecho mal las izquierda tradicional.
P. ¿Es esta incapaz de proporcionar el cambio que usted busca?
R. Grecia
y España demuestran que, si la socialdemocracia ataca a su propia base,
no puede confiar en la lealtad de esta porque encontrará alternativas.
Si el laborismo llega al poder y ataca a sus seguidores, atravesará su
propia pasokificación y eso podría abrir el camino a fuerzas como Podemos o Syriza.
Vivimos en una era en la que la socialdemocracia puede ser eclipsada
por fuerzas más radicales. Tras la Guerra Fría, eso no estaba en el
guion. En la era de la austeridad, el proyecto de la socialdemocracia
está en una crisis profunda y será eclipsado por fuerzas más radicales.
P. ¿Toda era, incluida esta, vive en la ilusión de que es permanente?
R. El búho de Minerva solo emprende el vuelo con la llegada del ocaso, decía Hegel.
Creo que estamos ante el ocaso de esta era. La transición a una nueva
será muy difícil, pero sucederá. Cuando el neoliberalismo tuvo su auge,
que aquí fue con el thatcherismo, la izquierda era triunfalista. Creían
que Thatcher
no iba a durar. Mis padres lo creían. No se dieron cuenta de que
asistían a la construcción de una nueva era. Las enseñanzas de nuestros
antecesores, que desafiaron viejos órdenes y ganaron, deberían darnos
esperanza y dar miedo a los poderosos. Demuestran que todo orden caerá y
será sustituido. Lo importante es qué lo sustituye. Yo quiero una
sociedad construida para la gente trabajadora, creadora de riqueza, no
para una élite. Una sociedad donde la democracia alcance. Esa sociedad
será construida algún día y esta, también, pasará.
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