Nosotros, los ciudadanos europeos, estamos preocupados y asustados.
La crisis económica y financiera nos ha empobrecido. El desempleo
juvenil genera el riesgo de una generación perdida. La desigualdad
crece, la cohesión social está en peligro. La Unión Europea está rodeada
de guerra e inestabilidad desde Ucrania a Turquía, Oriente Medio y el
Norte de África. El flujo de refugiados y migrantes se ha convertido en
un reto estructural que debemos afrontar juntos, con humanidad y visión
de futuro. Somos testigos de las tendencias autoritarias que crecen en
varios Estados miembros, y también del ascenso de fuerzas nacionalistas y
xenófobas. Se están atacando la democracia y los valores fundamentales
de la civilización europea moderna. Se cuestiona incluso la propia Unión
Europea, que ha garantizado la paz, la democracia y el bienestar
durante décadas.
Nosotros, los ciudadanos europeos, no queremos que nuestros políticos
nacionales se preocupen solo de sus próximas elecciones locales o
estatales. Es común escucharles pedir soluciones europeas a problemas
europeos, pero luego intentan que se vuelvan imposibles de ejecutar o
ineficaces. Ignoran propuestas sensatas de la Comisión, o no aplican las
ya acordadas entre todos. Reclaman, un día, que Europa actúe, y al
siguiente, se quejan de que lo haya hecho. Pedimos, por ello, que
nuestros políticos nacionales y los medios de comunicación dejen de
entender el proceso de integración como un juego de suma cero, tratando
de enfrentar a los países entre sí. En un mundo interdependiente,
ninguna nación puede satisfacer por sí sola las necesidades básicas de
sus ciudadanos ni garantizar la justicia social. La integración y la
gobernanza supranacional son un juego de suma positiva. Nuestro modelo
social europeo, basado en la democracia liberal y en la economía social
de mercado, solo puede sobrevivir en un sistema de gobernanza
multinivel, construido sobre la base del principio de subsidiaridad.
Nosotros, los ciudadanos europeos, somos conscientes de que la
globalización está transformando el mundo. Necesitamos un gobierno
europeo que defienda nuestros valores compartidos, y que contribuya a
una solución conjunta para los problemas que están amenazando a la
humanidad. El mundo necesita una Europa que se proyecte al exterior,
cosmopolita, que ayude a construir un sistema de gobernanza democrática
global más efectivo, capaz de hacer frente al cambio climático y a la
pobreza, que luche por la paz, que se involucre en la transición hacia
una economía social y medioambientalmente sostenible.
Nosotros, los ciudadanos europeos, reconocemos a la UE como una Res
Publica incompleta. Cuenta con un presupuesto ridículo (0,9 % del PIB).
No tiene autonomía financiera de sus Estados miembros, ni las
competencias necesarias para responder con éxito a los desafíos de la
crisis actual. Es cierto que sus órganos legislativos, judiciales y su
banco central corresponden a un diseño cuasi federal. Sin embargo, la
democracia es la posibilidad de que los ciudadanos elijan su gobierno y
este sea responsable de sus políticas. Para que la Unión pueda ser
eficaz y democrática en la toma de decisiones, sus decisiones (incluidas
las relativas al presupuesto, la política exterior y de defensa, y la
reforma de los Tratados) deberían ser adoptadas, principalmente, por una
mayoría cualificada que represente la voluntad mayoritaria de los
ciudadanos y de los Estados europeos. La Comisión debe convertirse en un
gobierno de pleno derecho, que promueva una agenda política legitimada a
través de elecciones. Los partidos políticos europeos deberían
presentar candidatos a su presidencia en las elecciones europeas. Una
alternativa podría ser la elección directa de un presidente de la Unión
Europea, fusionando en este cargo las actuales presidencias de la
Comisión y del Consejo Europeo.
El 14 de febrero de 1984, el Parlamento Europeo aprobó el llamado
Proyecto de Tratado por el que se establece la Unión Europea, también
conocido como Proyecto Spinelli. En él, se apostaba por avanzar hacia
una unión política, pero los Estados miembros no lo aprobaron. El 14 de
febrero de 2017, hacemos un llamamiento al Parlamento Europeo, única
institución de la Unión Europea elegida directamente por los ciudadanos,
para que tome la iniciativa e impulse una Unión con una base
democrática reforzada. Hablar de unión bancaria, fiscal, económica,
energética, defensiva, de seguridad o política solo tiene sentido en una
Unión Europea auténticamente democrática,
en la que sea un gobierno europeo el que impulse dichas políticas.
El 25 de marzo de 2017, los Jefes de Estado y de Gobierno celebrarán el
aniversario de los Tratados de Roma, de 1957, en los que se creó la
Comunidad Económica Europea y el Euratom. Les pedimos que retomen la
visión que tuvieron en su día los fundadores. Deben abrir el camino para
una refundación de la UE, y hacerlo sobre la base de una propuesta del
Parlamento Europeo. Deben aprovechar los instrumentos del Tratado de
Lisboa para fortalecer las instituciones y políticas de la UE,
especialmente las relativas a la acción exterior, a la seguridad, a la
política económica y a la social. Pedimos también a los jóvenes
europeos, a la sociedad civil, a los trabajadores, a los empresarios, a
los académicos, a los gobiernos locales y, en general, a todos los
ciudadanos europeos, que participen en la
Marcha por Europa
que tendrá lugar el 25 de marzo en Roma. Juntos podremos transmitir a los líderes políticos la fuerza y el coraje necesarios para conducir a la UE a este nuevo comienzo.
La unidad
europea es la clave para solucionar nuestros problemas comunes, para
proteger nuestros valores, para garantizar, en definitiva, nuestro
bienestar, nuestra seguridad y nuestra democracia.